
El cultivo de girasol consolida su recuperación en la Argentina, impulsado por una combinación de precios internacionales favorables, una sólida demanda de la industria aceitera y condiciones climáticas que, en la mayoría de las regiones productoras, presentan una buena disponibilidad de humedad en los suelos.
Según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR), la superficie sembrada en la campaña 2024/25 alcanzó las 2,2 millones de hectáreas, y las proyecciones para el ciclo 2025/26 apuntan a un incremento hasta 2,5 millones de hectáreas, lo que significaría un récord en los últimos 18 años. Este crecimiento responde tanto a las oportunidades comerciales como a la estabilidad agronómica del cultivo, considerado uno de los más resilientes frente a la variabilidad climática.
El contexto climático es clave en esta expansión. En la mayoría de las zonas girasoleras —particularmente en el norte del país y el centro-este— los suelos registran buenos niveles de humedad que favorecen la implantación y el desarrollo inicial de los cultivos. Sin embargo, en el sur bonaerense y en La Pampa, los excesos hídricos podrían demorar las labores de siembra entre octubre y noviembre. A pesar de esto, la reserva de agua disponible en el perfil del suelo representa una ventaja estratégica para sostener el rendimiento en etapas críticas del ciclo, como floración y llenado de granos.
De concretarse las proyecciones actuales, la producción podría alcanzar las 5,11 millones de toneladas (Mt), el mayor volumen en 26 años. Con un nivel de oferta total estimado en 6,13 Mt —0,6 Mt más que en la campaña 2024/25 y un 30% por encima del promedio de los últimos cinco años—, el girasol se posiciona nuevamente como un cultivo clave dentro del complejo oleaginoso argentino.
Este crecimiento se sustenta también en un notable progreso tecnológico: los rindes promedio nacionales pasaron de 775 kg/ha en la década de 1970 a 2.066 kg/ha en la última década, un salto del 166%, acompañado de una mayor estabilidad interanual. Además, los avances genéticos y en manejo han mejorado de forma consistente el contenido de materia grasa en el grano durante los últimos 16 años, un aspecto crucial para la competitividad industrial y exportadora del país.
En el plano comercial, la campaña 2024/25 muestra un desempeño excepcional. Hasta la fecha se comercializó el 77% de la producción estimada, lo que representa un aumento de 14,4 puntos porcentuales respecto del año anterior y 7,6 puntos por encima del promedio de los últimos cinco años. En total, ya se pactaron operaciones por 3,6 Mt, el mayor volumen registrado desde la campaña 2007/08. Esta dinámica refleja una fuerte demanda industrial, que ha permitido mantener un ritmo sostenido de procesamiento interno.
Entre enero y agosto de 2025, la molienda de girasol alcanzó 3,18 Mt, el mayor nivel desde el año 2000 para el mismo período. En agosto, se procesaron 461.991 toneladas, un récord mensual no observado desde 1997.
Aunque se prevé una leve desaceleración estacional hacia fin de año, la industria continuará operando con buenos niveles de actividad, respaldada por un stock comercial cómodo y una oferta de materia prima fluida. De mantenerse estas condiciones, el uso de la capacidad instalada podría incluso superar el desempeño de 2025, con una proyección de molienda en ascenso para el primer semestre de 2026. Esto permitiría sostener un flujo importante de aceite y harina de girasol hacia los mercados internacionales.
En materia de comercio exterior, Argentina mantiene una posición destacada en el mercado global de aceite de girasol. Entre enero y agosto de 2025, las exportaciones alcanzaron 1 millón de toneladas, lo que representa un incremento del 54% sobre el promedio de los últimos cinco años.
Para cerrar el año, se proyectan embarques adicionales por 0,3 Mt, lo que llevaría el total exportado de la campaña 2024/25 a 1,3 Mt. Esta recuperación se explica, en parte, por la menor oferta proveniente de la región del Mar Negro —principal competidora de Argentina—, lo que permitió a las industrias locales aprovechar precios internacionales atractivos y consolidar mercados.
De cara a 2026, las perspectivas se mantienen optimistas. Si se confirma una buena cosecha y se dispone de mayores stocks iniciales, las exportaciones de aceite podrían alcanzar 1,5 Mt, el volumen más alto en lo que va del siglo XXI. En paralelo, la mayor disponibilidad de harina de girasol también fortalecería la posición argentina en los mercados de alimentación animal, aportando divisas y generando mayor valor agregado dentro del país.
En síntesis, el girasol argentino atraviesa un ciclo de expansión sostenido, respaldado por fundamentos sólidos tanto productivos como comerciales. Su combinación de estabilidad agronómica, eficiencia industrial y competitividad exportadora posiciona al complejo girasolero como un pilar estratégico para las economías regionales y para la balanza agroindustrial del país en los próximos años.