
El conflicto comercial entre Estados Unidos y China volvió a poner en evidencia el profundo impacto que las decisiones políticas y arancelarias pueden tener sobre los flujos globales de comercio agrícola.
Las recientes declaraciones de Caleb Ragland, presidente de la Asociación Americana de Soja (ASA), reflejan el descontento de los productores estadounidenses frente a un escenario que, por segunda vez en menos de una década, los deja en una posición desfavorable frente a competidores sudamericanos, especialmente Brasil y Argentina.
Ragland expresó su “frustración abrumadora” ante la falta de ventas de soja estadounidense a China, principal comprador mundial del grano, debido a los aranceles del 20% que el gobierno chino impuso como respuesta a las medidas proteccionistas impulsadas por la Administración Trump. Esta situación llevó a que otros países, particularmente los del Cono Sur, ocuparan el espacio comercial que tradicionalmente pertenecía a Estados Unidos. “Los precios de la soja están cayendo, la cosecha avanza y los agricultores ven titulares que hablan de acuerdos con Argentina, no con China”, se lamentó el dirigente, aludiendo al paquete de ayuda económica de 20.000 millones de dólares otorgado por Washington a Buenos Aires, que —según su visión— benefició a un competidor directo del agro estadounidense.
Un contexto de oportunidades para la soja argentina
Los dichos de Ragland no carecen de fundamento. La guerra comercial entre Estados Unidos y China generó una ventana de oportunidad que Argentina aprovechó de manera estratégica, reforzada por decisiones internas orientadas a estimular las exportaciones. La reducción temporal de los derechos de exportación —que primero pasaron del 33% al 26% y, brevemente, al 0% mediante el decreto 682/2025— permitió un salto sin precedentes en los compromisos de venta externa.
De acuerdo con los datos de la Secretaría de Agricultura de la Nación, las exportaciones de soja argentina para la campaña 2024/25 se estiman en 12,3 millones de toneladas, el volumen más alto en 15 años, muy por encima de los 4,56 millones registrados en el ciclo anterior. Este incremento del 169,74% se sustenta en una producción nacional de 51,1 millones de toneladas, cifra apenas inferior al récord histórico.
Pese a la fuerte expansión exportadora, el gobierno aseguró que la molienda doméstica no se verá afectada, al mantenerse en 50,5 millones de toneladas. Sin embargo, la contracara de este auge exportador será una reducción de los stocks finales, proyectados en 4,13 millones de toneladas, un 55,7% menos que los 9,33 millones del ciclo previo. Esta merma de reservas podría comprometer la capacidad de la industria aceitera para la campaña 2025/26, sobre todo ante la previsión de menores áreas sembradas y una probable caída de la producción.
Perspectivas y desafíos futuros
Tanto la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) como la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) prevén una retracción en la superficie destinada a la soja para el próximo ciclo agrícola. La BCBA calcula una reducción de 18,4 a 17,6 millones de hectáreas, con una producción estimada en 48,5 millones de toneladas, mientras que la BCR proyecta una baja mayor, de 17,7 a 16,4 millones de hectáreas, con un volumen de 47 millones de toneladas. Este retroceso se explicaría por una mayor apuesta al maíz, que ofrece mejores márgenes y mayor previsibilidad en los mercados internacionales.
El auge exportador de este año difícilmente se repita en 2025/26. Si bien los precios internacionales continúan firmes, la ausencia de incentivos fiscales y un escenario climático incierto podrían reducir la competititividad argentina. Además, la posible recomposición del vínculo comercial entre Estados Unidos y China —si se concretara un acuerdo durante la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia–Pacífico (APEC) en Corea del Sur— podría restarle atractivo a la soja sudamericana. Este encuentro entre Donald Trump y Xi Jinping es observado con expectativa tanto por los agricultores norteamericanos como por los exportadores de la región.
China, el epicentro del mercado
Durante el período abril-septiembre de 2025, Argentina vendió a China 5,58 millones de toneladas de soja, un incremento del 56,3% respecto al año anterior. Este volumen representa el 87% del total exportado por el país en ese lapso, confirmando el rol dominante del gigante asiático como destino principal. La mayoría de los 40 cargamentos de soja embarcados en ese período tuvieron como destino puertos chinos, aprovechando las breves pero decisivas horas en que rigió la eliminación total de retenciones.
En contraste, Brasil continúa consolidando su liderazgo mundial, con 95 millones de toneladas exportadas en los primeros nueve meses del año, de las cuales 76 millones se dirigieron a China. Este desempeño refuerza su posición como principal proveedor global, mientras Estados Unidos sigue relegado, sin haber concretado ventas significativas al gigante asiático durante esta campaña.
Un tablero global en transformación
El mercado mundial de la soja se encuentra en plena reconfiguración. Las políticas arancelarias, las estrategias de subsidios y las decisiones climáticas y fiscales de cada país delinean un escenario volátil donde las oportunidades son tan efímeras como valiosas. Para Argentina, la coyuntura actual representa un respiro económico y una oportunidad de reconsolidar su papel como exportador clave. Para Estados Unidos, en cambio, la situación se traduce en una crisis de confianza y rentabilidad, que solo podría revertirse con una redefinición de su política comercial con China.
El desafío para los próximos meses será ver si el equilibrio entre exportación e industria logra sostenerse o si la competencia interna por el grano genera tensiones en la cadena de valor. En todo caso, el episodio vuelve a demostrar que, en el complejo mapa del comercio agrícola internacional, las decisiones políticas pesan tanto como el clima o la productividad del suelo.