
El panorama regional de la electromovilidad está tomando un rumbo claramente definido, y Brasil se posiciona como líder indiscutido en este proceso.
Durante 2024 y lo que va de 2025, el país vecino ha recibido anuncios de inversión por casi u$s23.000 millones destinados al desarrollo de vehículos eléctricos e híbridos, con la participación de gigantes industriales chinos como BYD, Great Wall Motors y GAC.
Estas inversiones no solo contemplan la producción de vehículos, sino también la creación de centros de innovación tecnológica, investigación en nuevas formas de movilidad y el fortalecimiento de una red de proveedores locales, elementos clave para consolidar un ecosistema robusto de electromovilidad.
Un dato relevante es que Brasil ha incorporado desarrollos específicos que incluyen la adaptación de vehículos eléctricos al uso de etanol, un combustible tradicional en su matriz energética, mostrando la capacidad del país para integrar sostenibilidad, innovación y adaptabilidad al mercado regional. Este enfoque estratégico se ve reforzado por políticas públicas claras: el programa MOVER, incentivos fiscales y marcos regulatorios estables generan un entorno confiable para la inversión privada, atrayendo capitales que consolidan al país como un polo regional de la movilidad eléctrica.
En contraste, Argentina ha recibido apenas u$s1.500 millones en el mismo período, sin participación significativa de marcas chinas. La diferencia es abismal, con una relación de casi 15 a 1 en inversiones comparadas con Brasil. Esta situación evidencia una falta de políticas industriales consistentes y previsibles, dejando a la industria automotriz nacional en una posición vulnerable. Según el economista Martín Alfie, la ausencia de incentivos claros y de un marco regulatorio estable limita la capacidad del país para captar inversiones estratégicas, justo en un momento en que el mundo acelera la transición hacia tecnologías limpias. En 2024, por ejemplo, se vendieron 17 millones de vehículos eléctricos, de los cuales China fabricó el 70%, mostrando la velocidad con la que se están consolidando estos nuevos mercados.
El riesgo para Argentina es tangible: hoy, el 70% de los autos producidos en el país se exportan a Brasil. Si la producción de vehículos eléctricos se concentra en territorio brasileño, las plantas argentinas podrían quedar relegadas a la fabricación de vehículos tradicionales, lo que comprometería la competitividad industrial frente a un mercado global cada vez más orientado a la electromovilidad. La apertura total del comercio con Brasil prevista para 2029 podría profundizar esta brecha, exponiendo a la industria nacional a una competencia desigual y a tecnologías obsoletas.
Paralelamente, la cooperación entre Brasil y México está mostrando cómo una estrategia conjunta puede fortalecer la posición regional. Durante la visita oficial del vicepresidente brasileño, Geraldo Alckmin, a México, se firmaron acuerdos orientados a impulsar el desarrollo de biocombustibles y facilitar el comercio bilateral. México podría beneficiarse de la experiencia brasileña en bioetanol, biodiésel y combustibles sostenibles, mientras Brasil flexibilizará las barreras de importación de vehículos mexicanos.
Estos acuerdos no solo refuerzan la relación estratégica entre ambos países, sino que también promueven el intercambio tecnológico, la innovación sostenible y el crecimiento económico conjunto, consolidando a la región como un actor relevante en la movilidad del futuro.
La lección para Argentina es clara: sin una visión estratégica, políticas públicas coherentes y un marco de incentivos que atraiga inversión, el país corre el riesgo de quedar rezagado en la revolución de la electromovilidad.
El ejemplo brasileño demuestra que es posible aprovechar fortalezas locales, como la experiencia en biocombustibles y la capacidad industrial existente, para atraer inversiones decisivas y posicionarse como un actor clave en el mercado regional. Definir un rol concreto en la movilidad del futuro es urgente si Argentina no quiere perder terreno frente a sus vecinos y a los gigantes globales de la industria automotriz.