
El último remate de ROSGAN confirmó la tendencia alcista del precio del ternero, en un contexto marcado por la estacionalidad propia del mercado ganadero.
El índice de referencia correspondiente a septiembre mostró una suba mensual del 10,5%, alcanzando un valor de $4.186 por kilo vivo. Este aumento se enmarca dentro de un patrón que históricamente se repite: a partir de septiembre, cuando comienza a percibirse con mayor fuerza la escasez de terneros disponibles en plaza, los precios tienden a subir debido a la menor oferta.
Este comportamiento estacional se explica porque la mayor salida de terneros se concentra entre los meses de abril y julio. Una vez atravesado ese período de alta oferta, el mercado empieza a ajustarse por el lado de la disponibilidad, y la menor cantidad de animales en circulación genera una presión alcista sobre los valores. Si se analiza la curva de estacionalidad, expresando cada valor como un índice respecto del promedio mensual de cada año, se observa de manera clara cómo el precio del ternero responde directamente a las variaciones en los niveles de oferta, confirmando la sensibilidad de esta categoría frente a los cambios de estacionalidad.
Más allá de la suba mensual puntual, lo más significativo es la trayectoria que viene mostrando el precio del ternero a lo largo de todo el 2025. Medido en pesos constantes, el valor actual se ubica en $3.057, siendo el nivel más alto registrado para un mes de septiembre en los últimos 15 años. Este dato no solo refleja la fuerza del mercado en el presente, sino también la magnitud del ajuste en relación con años anteriores: el valor es un 38% superior al de septiembre de 2024, lo que marca una diferencia sustancial en términos de poder adquisitivo y rentabilidad para los productores.
En este escenario, el ternero se convierte en un claro indicador de las tensiones que atraviesa el mercado ganadero. El aumento de precios no responde únicamente a la dinámica de oferta estacional, sino también a otros factores estructurales como la inflación, los costos de producción, la retención de vientres y las expectativas de los productores sobre la evolución de la actividad. La combinación de todos estos elementos termina consolidando un precio históricamente alto que refuerza el atractivo del ternero como categoría clave dentro de la cadena de la carne.
Así, lo que se observa en el mercado no es solo un fenómeno coyuntural, sino la confirmación de una tendencia que refleja tanto las particularidades estacionales del ciclo ganadero como la fortaleza relativa del ternero frente a otros segmentos de la hacienda.